Entrevista a Enrique López Mesa, autor del libro Tabaco, mito y esclavos: apuntes cubanos de historia agraria, merecedor del Premio Catauro Cubano 2015.
¿Cómo surge la idea de investigar sobre la presencia de esclavos en la agricultura tabacalera?
Llegué a este tema por pura casualidad. Me hallaba trabajando en mi libro La Real Compañía de Comercio de La Habana y la trata de esclavos, 1740-1762, cuando comencé a encontrar documentos de la primera del siglo XVIII que me hablaban de la presencia esclava en la agricultura tabacalera. Lo comenté con un colega y, para sorpresa mía, me negó rotundamente tal posibilidad. Así supe que era una “verdad establecida” que no hubo trabajo esclavo en el cultivo del tabaco. Ese fue mi choque personal con el mito, con ese famoso mito mencionado en el título del libro y que he denominado “el mito tabacalero blanco”. Eso me hizo apartarme del proyecto original y dedicarme a este otro, que me resultó más apasionante.
Mi propósito ha sido demostrar que la agricultura tabacalera no fue una excepción dentro de la economía esclavista cubana. En una economía montada sobre bases esclavistas, era obvio que el esclavo fuera la levadura fundamental de todo el sistema, en el campo y la ciudad, en los servicios, en la manufactura y en la agricultura. No pretendemos sobredimensionar la importancia de la esclavitud tabacalera dentro del conjunto de la economía cubana, sino devolverle su lugar en nuestra historia agraria.
Valga aclarar que otros historiadores cubanos y extranjeros también se percataron de esa presencia esclava en la agricultura tabacalera. Entre los primeros podemos citar a Julio Le Riverend, Jorge Ibarra, Olga Portuondo, Fe Iglesias, Gloria García, Orestes Gárciga, Leví Marrero y Martín Duarte; y entre los segundos a Franklin Knight, John Robert McNeill, Herbert Klein, Pablo Tornero, Joan Casanovas y Charlotte Cosner. Esto en cuanto a la explotación de mano de obra esclava en las vegas de nuestra Isla, porque dicha explotación en las plantaciones tabacaleras de Brasil y del Sur de los Estados Unidos siempre ha sido ampliamente conocida por la historiografía.
Por otro lado, sería ingenuo pensar que un simple libro pudiera eliminar un mito enraizado en las mentes de miles de personas que no leen libros.
¿Qué aportaron las investigaciones de Fernando Ortiz sobre la agricultura tabacalera a la realización de este libro?
El conjunto de la obra de Fernando Ortiz siempre ha estado y estará en el centro de la cultura cubana. De ahí que sea un permanente motivo de inspiración para todo el que se acerque a cualquier aspecto de nuestra historia y de la de otros países. Prueba de esto último es la obra de Bert J. Barickman Un contrapunteo bahiano: azúcar, tabaco, yuca y esclavitud en el Recôncavo. Pero eso no quita para que algunos detalles requieran ser actualizados, como parte del propio desarrollo de las investigaciones históricas.
Su Contrapunteo es un clásico cubano, que siempre será reeditado y admirado, sobre todo por su teoría de la transculturación. Pero la investigación histórica sigue sus propios derroteros, tiene una dinámica propia. Debemos ir siempre más allá, aunque con el debido reconocimiento a los que trazaron pautas.
¿Qué significa para usted recibir el Premio Catauro Cubano que otorga la Fundación?
Recibir el Premio Catauro es un honor inesperado. La adjudicación de este premio dice mucho de la altura científica y probidad intelectual de los dirigentes de la Fundación, ya que en mi libro hay planteamientos que difieren de algunas de las afirmaciones de Ortiz. Eso demuestra que los colegas de la Fundación están conscientes de la dialéctica del trabajo de investigación. La teoría del conocimiento nos enseña que la aproximación a la verdad es un proceso infinito, en el cual verdades relativas son sustituidas paulatinamente por verdades un poco menos relativas. Me he limitado a dar un pequeño paso en ese camino.
Usted mencionó en el prólogo que este volumen “se ciñe al papel del esclavo en la fase agrícola de la producción tabacalera”, ya que ha sido un tema ignorado. Pero, en el texto “no se aborda el trabajo de los esclavos en la fase manufacturera”, pues este “siempre ha sido reconocido” ¿Escribiría otro libro donde se aborde el papel de los esclavos en la manufactura de tabacos para ofrecer una visión más completa del ambiente tabacalero, a pesar del reconocimiento de este?
No. No lo escribiría nunca. No forma parte de mi esfera de intereses y ya ha sido abordado por otros autores, como la destacada historiadora británica Jean Stubbs. La historia integral del tabaco en Cuba es compleja y requiere de los esfuerzos individuales de muchos investigadores. Ya cumplí con mi parte. Además, tengo seis libros y varios artículos que permanecen inconclusos. A mi edad, no puedo agregar nada a esa lista de deudas.