Volumen 40 de la colección La Fuente Viva.
28/10/2013
La Plaza de Cuatro Caminos tuvo una mañana especial al acoger en sus portales la presentación del libro Yerberos en La Habana, de Julio Martínez Betancourt, cuya exquisita investigación encomia la noble labor que entraña el oficio en cuestión.
Ni brujeros ni falsos curanderos ni marginales —como injustamente en no pocas ocasiones han sido etiquetados— los yerberos, verdaderos amantes de su labor, que merecen la admiración y el respeto de todos, tienen en este libro, que ve la luz con el sello editorial de la Fundación Fernando Ortiz, un digno homenaje a estos hombres a la vez que contribuye al reconocimiento social de esta manifestación de la cultura popular tradicional cubana.
Introducido por Miguel Barnet, presidente de la Fundación, y la doctora Ángela Teresita Leyva Sánchez, directora del Jardín Botánico Nacional, el libro recoge en sus páginas el testimonio brindado por hombres y mujeres que ejercen esta faena en todos los municipios capitalinos y contempla una amplia información sobre contenidos históricos, antropológicos, etnobotánicos y lingüísticos que aluden al tema, así como un glosario y un grupo de anexos que van desde los endemismos cubanos amenazados de extinción y comercializados en yerberías de La Habana hasta la relación por municipios de los yerberos permanentes y no permanentes, con otros datos de interés respecto a ellos.
Disímiles imágenes ilustran en la nueva entrega —número 40 de la colección Fuente Viva de la Fundación— este fenómeno cultural aparecido en la Isla desde el siglo XVI, y en el cual se refugiaron no pocos mambises y familias cubanas en el siglo XIX para curar enfermedades debido a la escasez de profesionales de la medicina, los altos precios de los medicamentos y la precaria situación sanitaria del país.
El mercado de Cuatro Caminos, que fuera desde otros tiempos el más importante de la ciudad, fue escenario también, a propósito de la ceremonia, de las actuaciones de Ulises Mora, director del Proyecto Timbalaye; del grupo de música folclórica de Jesús María, Aguiriyó; del rumbero Orlando, el Bailarín, y de la cantante Indira Gómez, que interpretó el Yerbero Moderno, de Néstor Milí Bustillo, y a quien le hizo coro el nutrido público para dotar de una auténtica magia la presentación del texto.