Por: Leonor Amaro Cano, doctora en Ciencias Históricas y profesora Titular Consultante de Historia de la Universidad de La Habana.
Fragmentos.
El 16 de febrero de este año 2017, Armando Entralgo habría cumplido 80 años y los amigos de la Revista Catauro me han solicitado mi colaboración para el número que le será dedicado como estudioso de la Historia de África en Cuba. Además, sin dudas, uno de los impulsadores de la introducción de estos temas en los currículos universitarios en más de una carrera. (…)
Contaba en el año de su muerte con 67 años, por lo que hasta casi año antes había trabajado en varios proyectos que quedaron dispersos y, en aras de recuperar esas ideas me dediqué- sin muchos conocimientos de información científica- a reordenar los trabajos encontrados en su buró. Mi primera tarea fue ayudar en la preparación del libro que había escrito en los últimos meses antes de que la enfermedad del Alzaimer le borrara todos sus recuerdos. Así, pude entregar a la Editorial de Ciencias Sociales su última obra El Oro de la Costa y otros recorrido, que se apartaba un poco de la línea de textos académicos que había escrito como profesor de Historia de África. Dos años después, escribí un texto bajo el título “Armando Entralgo, en el recuerdo” el cual entregué a la Editorial UNION. Se trataba de una compilación con un ensayo introductoria que tenía como propósito contextualizar sus principales escritos para que pudieran ser utilizados como fuentes de información para un posible diploma de graduación de algún estudiante de Historia o Ciencia Política. Al no poder publicarse por falta de recursos, una parte de este trabajo lo entregué al profesor venezolano Hernán Lucena, quien me había solicitado mi ayuda para una publicación que sobre Entralgo publicaría como director del Centro de Estudios de África y Asia, “José Manuel Briceño Monzillo”, en el estado de Mérida, Venezuela. Bajo el título “África. Una mirada desde América Latina. Recopilación” apareció mi ensayo en el 2011, por la Fundación Editorial El perro y la rana.
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Fue siempre una persona esperanzada y carismática, alegre y entusiasta en sus cometidos. Los demás lo veían como una hombre sociable y seguro de sí mismo, por eso disfrutaron de su compañía. En términos de competencia, diríamos hoy, sus puntos fuertes se basaron en sus cualidades como inspirador y motivador de los demás con su entusiasmo, honradez y franqueza. Fue un individuo competitivo, necesitado de los retos tan naturalmente del aire para respirar. Con otra mirada podríamos descubrir muchísimos puntos débiles; por ejemplo, era bastante impaciente y ello le hacía correr el riesgo de actuar de forma demasiado impulsiva. Tenía una encumbrada valoración de la inteligencia y ello provocaba un desbalance en su evaluación de las amistades. En ocasiones, podía pasar por alto que los demás tenían otros puntos de vista y, cuando era así, se comportaba de forma impredecible e intolerante.
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La personalidad de Entralgo, -más allá de estar asentada sobre una variada cultura universal, la cual iba desde la música, la literatura y la política, pasando obviamente por variados planos disciplinarios de las ciencias humanas, sociales y jurídicas-, adquirió una dimensión variada. . Para él, su mayor deleite se basaba en alcanzar conocimientos, bien fuera a través de una buena lectura o mediante la indagación sobre países, sus habitantes, costumbres, comidas, aportes y defectos, todo lo cual le fue facilitado también por sus innumerables viajes, emprendidos siempre con una enorme curiosidad por lo que iba a encontrar.
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El joven Entralgo.
Procedía de una familia trinitaria con buenos recursos económicos, procedentes de Asturias y de Galicia, pasando por San Agustín en la Florida, hasta finalmente, asentarse en Trinidad. Su padre, Juan Armando Nicolás Entralgo Mestre era considerado uno de los mejores abogados de la provincia de Las Villas, muy respetado por su sentido de responsabilidad; y su madre, Elisa Francisca González Fraga, procedente de una familia propietaria de tierras y ganado, se caracterizaba por su sencillez y por su apasionamiento cuando se trataba de sus parientes o de Cuba. De esa familia recibiría una educación recta y sobre todo el sentido del deber. El núcleo familiar fue bien pequeño. De madre y padre solo tendría una hermana, Magali, quien desde el año 1960 reside en Estados Unidos. Casi 15 años después, del segundo, tendría otros tres hermanos: Juan, Rita y Teresita.
Las relaciones con su padre fueron de respeto, al mejor estilo de la época, pero no comulgaba con casi ninguna de sus ideas, pues su padre era hombre bien conservador. Por tal razón discutían porque él no quería estudiar Derecho y sí Periodismo; no acató la decisión paterna de enviarlo a España cuando comenzaron los enfrentamientos en la Universidad; colaboraría con el movimiento estudiantil y por tal razón le sería suspendida la pensión otorgada para vivir en La Habana como estudiante. Sin esa ayuda familiar continúa y se compromete en matrimonio con María de los Ángeles Flórez Prida, de cuya unión nacen sus tres primeros hijos: Mariam, Marta y Carlos Armando. Desde 1957 hasta 1960 laboraría como simple empleado en el Instituto Cubano de Estabilización del Azúcar (ICEA), sin perder los vínculos con el Directorio Revolucionario.
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Como gustaba de escribir, en plena adolescencia en más de una ocasión asumió en sus trabajos un espíritu crítico que no siempre fue comprendido por su madre, a pesar de ser ella una mujer entregada a la lucha revolucionaria.
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Muchos de estos cuentos quedarían en la casona de Trinidad o alguna que otra gaveta. Vendrían luego muchos relatos, crónicas, y artículos, algunos de ellos todavía inéditos y, casi todos polémicos, pues le gustaba retar al pensamiento creador, a la reflexión. En ellos no sólo reflejaría su vida familiar, también la de su pueblo porque Armando Entralgo, al igual que su madre, era reciamente trinitario, regionalista y apasionado al máximo por su tierra.
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Disfrutaba de la danza moderna y la música contemporánea, aunque calificaba la música electrónica como algo fría. Tampoco gustaba de la música campesina y le causaba risa mi gusto por el guateque, aunque respetaba la décima por el sentido patriótico y cubano que ha caracterizado siempre a este género. Al regresar de África en los años sesenta, trató de estudiar la música africana y de ahí su amistad con “el padre de la musicología cubana”, Argeliers León. Con él aprendió la importancia de la música como expresión de la espiritualidad del hombre africano. De su relación con Argelier León en África guardaba varios recuerdos, muchos de los cuales ha narrado el Dr. Reinaldo Sánchez Porro en sus clases.
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Para el joven Entralgo fue determinante la atmósfera de inconformidad cívica de la década de los años 50, tanto en Trinidad como en Santi Spíritus, cuya lógica de vida cotidiana les separaban de la influencia norteamericana en Cuba, a diferencia de otras regiones. Allí sus maestros lograron inculcarle que ser ciudadano no era solamente tener buenos modales, que por aquellos años, la burguesía cubana preconizaba como señal de buena convivencia y de orden social. Se infundía que la rebeldía cívica y la desobediencia civil estaban justificadas en el contexto de tiranía o de despotismo. La formación ciudadana, expresada no solo en asignaturas como “Moral y Cívica”, sino en toda una orientación conductual por parte de los maestros, tuvo como resultado un espíritu de responsabilidad en los jóvenes ante la realidad social que se presentaba en Cuba en los años 50.
La vida universitaria…
En 1954 su hermana ya se había graduado en Pedagogía y a él le correspondería comenzar en la Escuela de Derecho, tal y como le había ordenado el padre. Comenzaría entonces la carrera, pero como consideraba que el currículo tenía una visión más constreñida, más inclinado a cuestiones técnicas, rápidamente se interesó por otras disciplinas sociales a través de las cuales se encontraría una mejor explicación filosófica al comportamiento de las instituciones jurídicas: Paralelamente comenzó a estudiar Periodismo en la Escuela Profesional “Manuel Márquez Sterling”, carrera por la cual sentía una total preferencia. Esto le permitió, a pesar de los pocos conocimientos técnicos, comenzar a escribir en la revista de Motor Club y en ella dejó interesantes ideas sobre la prensa del país.
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Por esos años, la Universidad vivía momentos de intensa lucha contra la dictadura. Latía en el recinto universitario las pulsaciones de “esperanza y miedo” que caracterizan, al decir de Michel Vovelle, la mentalidad revolucionaria.
En ese ambiente de persecución ideológica, y a la vez, de efervescencia política, Entralgo, como estudiante universitario, continuó con la actividad revolucionaria, ahora con mayor convencimiento. A través de Guillermo Jiménez -una de las personas por las que sentía mayor respeto por su valor personal-, compañero de curso en la universidad, comenzó sus actividades en el Directorio Revolucionario durante la última etapa de Batista.
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Así, al triunfo del primero de enero, y con el regreso de Guillermo Jiménez a Cuba, se le subordina, para trabajar en el periódico vespertino “Combate” y su suplemento semanal “Combate internacional”, del cual llega a ser director.